Esa habitación

Cuatro paredes y una sola oscuridad. Profunda, siniestra, descarnada. Una oscuridad que duele de tan densa. Un techo abovedado, como expandido de ocio, sin columnas, vigas o parantes visibles. Una ventana ciega y una puerta. En la puerta, un número de tres cifras, el número que se murmura pero que nadie se atreve a repetir. Y en el centro del cuarto, mordiendo los bordes aferrados a la tierra, un negro y profundo túnel, en cuyo fondo se adivina apenas un resplandor rojizo.

Este relato forma parte de la serie “Relatos extravagantes (algunos incluso raros)”.

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