Su vistosa fealdad

No eran los ojos, que parecían enojados entre ellos y miraban hacia distintos puntos a una vez. Tampoco la nariz, indefinible pero al mismo tiempo olvidable, subrayada por una suerte de espeso bigote que intentaba sin éxito ocultar la cicatriz de los labios leporinos. No era el cuerpo desgarbado, la giba grotesca en la espalda, las piernas arqueadas, la renguera… Nada de eso lo volvía adorable, querible para las mujeres, aceptable para los varones. Sólo una cosa superaba tanta fealdad: el corazón de felpa, casi latiendo en el cuerpo de peluche.

Este relato forma parte de la serie “Relatos re latos”.

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