Estaba tan cerca que no lo veíamos

BergoglioFrancisco de Asís 1Han pasado apenas un par de días desde que el Cardenal Bergoglio se convirtiera en el Papa Francisco y el mundo -más allá de su asombro- poco a poco comienza a mirar la realidad a través de los ojos de este hombre de Dios que tiene la profunda sabiduría de los jesuitas acompañada de la humildad sin límite de los franciscanos. En nuestro país –y sobre todo en la ciudad de Buenos Aires- comenzaron a proliferar las anécdotas y fotografías de la gente que alguna vez se ha cruzado con el Padre Bergoglio, con el Obispo Bergoglio o con el Cardenal Bergoglio, en el subterráneo de la ciudad, en algún medio de transporte colectivo público, en el último banco de una Iglesia, cruzando la calle “para ir a la farmacia a comprarle un remedio a uno de los muchachos”, en la villa de emergencia tomando mate con los voluntarios o los mismos villeros, o caminando hacia Luján con el raído portafolios, los pantalones negros y los zapatos gastados, para rezar la misa el día de la peregrinación. Muchos sabíamos de su existencia, pero estaba tan cerca que no lo veíamos, y hoy nos sorprendemos de la bonhomía que muestra en esa sonrisa pícara, del calmo sentido del humor y de la profundidad de su pensamiento. Eligió el nombre de Francisco -nos imaginábamos por qué- y en la conferencia que dio a los periodistas del mundo explicó las razones de su elección. San Francisco –el de Asís, porque aún es muy temprano para hablar del de Flores- fue un ejemplo de humildad. Abrazó la pobreza y el despojo y aceptó el mandato de Dios de “reconstruir la Iglesia”. Pero esta característica tan inmensa de Francisco muchas veces tapa las otras virtudes del santo: determinación, coherencia, firmeza de carácter. Cuando Francisco, luego de haber fundado la orden, vuelve del largo viaje que había emprendido, encuentra que los monjes habían desnaturalizado las reglas por él impuestas, y fiel a sus principios y sin que le temblara el pulso, “refunda” la comunidad. ¿Será ésta una advertencia de lo que el Papa esté dispuesto a hacer con una Iglesia herida por los pecados de sus fieles? Hoy el mundo está descubriendo al nuevo Francisco. El único que lo conocía desde siempre –sin que suene como una irreverencia- es el mismo Dios, que lo eligió antes de que lo hicieran los cardenales. Como el padre Bergoglio siempre nos pidió, “recemos por él” para que el mismo Señor lo acompañe en su difícil misión de reconstruir la Iglesia.

Este texto forma parte de la serie “Reflexiones sin flexiones”.

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