Ignorancia

AlguacilEl pequeño alguacil me miraba fijamente, agitando con frenesí las alas para permanecer inmóvil en el aire frente a mí. Me miraba con curiosidad, como quien nunca ha visto un ser humano, hundiendo sus grandes ojos facetados en mis pupilas, mientras pirueteaba graciosamente con el fino y alargado abdomen. Era una suerte de combate visual entre dos seres totalmente distintos que se observaban con mutua desconfianza. De pronto se me vino encima, para enseguida caer estrepitosamente al suelo, agonizante. Abrí la ventana y recogí el cuerpo inanimado. El bello insecto nunca llegó a comprender el misterio de un vidrio transparente.

Este relato forma parte de la serie “Cuentos de cien palabras”.

Hoy, el futuro

palomasZureaban las palomas delicadamente asidas al borde del jazmín. Unisonaba el arrullo que brotaba límpido de las gargantas de las aves, en un amoroso y mutuo convite a la cubrición que desde el inicio de los siglos daba lugar al surgimiento de la vida. Habían construido trabajosamente la morada de hojas secas y ramas recortadas que daría albergo a los embriones resguardados por las rígidas paredes ovulares. Sólo dos huevos reposarían en el nido. Sólo dos pichones –o tal vez ninguno- entornarían los párpados para filtrar el sol de la mañana que llegaría hasta sus ojos, y abrirían los picos reclamando ansiosos la comida. Sólo dos pares de alas batirían el espacio para atrapar el infinito, una vez que las plumas cubrieran los frágiles cuerpos de los recién nacidos. Pero todo eso era el futuro. En el hoy de la diáfana mañana, hembra y macho adormecían sus cantos en un arrumaco embelesado. Ellos no sabían de un después, no razonaban, no planeaban porvenires expectantes, no diferían los goces inmediatos por la promesa de lo que vendrá. Sólo ellos dos en la copa del jazmín. Sólo ellos dos… y la serpiente que acechaba desde la rama adjunta…

Este relato forma parte de la serie “Relatos extravagantes (algunos incluso raros)”.