El esposo equivocado

Pareja tomada de la manoEste relato está basado en un hecho de la vida real.

Marta y José eran un matrimonio muy unido. Tanto, que en todas las salidas caminaban tomados de la mano, conservando la costumbre adquirida en la época de novios. Un día, al asistir a un espectáculo de un famoso artista, era tal la cantidad de gente que abandonaba el teatro que por un instante perdieron el contacto. Manoteando desesperadamente, volvieron a aferrarse de inmediato y continuaron saliendo de la sala. Al llegar a un lugar menos atestado, Marta miró hacia José. Éste le devolvió la mirada. Luego, ambos dirigieron la vista hacia el extraño al que Marta llevaba de la mano.

Este relato forma parte de la serie “Cuentos de cien palabras”.

El artista

Hundió el pincel en el óleo con la suavidad de un pensamiento esbozado apenas. No imaginaba el trazo que habría de desprenderse de la cerda para abrazarse a la tela que lo esperaba ansiosa, tensa sobre el atril que ocupaba la esquina más sombría del sombrío atelier. Mecánicamente, sin pensar en la dirección del movimiento, abanicó la muñeca acariciando el lienzo virgen con el carmesí pastoso que desganadamente se desprendía de su cuna de hebras. Lentamente comenzaron a aparecer unas líneas irreconocibles, unos manchones sin significado, unas espirales contritas que se desdibujaban hacia puntos mínimos. Tomó distancia del cuadro para apreciar su creación, y a pesar de lo irreconocible de las figuras, se sintió satisfecho. Ese fue el final del sexto día.

Este relato forma parte de la serie “Ciento un relatos que siento uno”.

El artista y la figura

Multiplicaba los tonos estridentes en un lienzo que yacía inerme sobre el caballete de madera. Combinaba ocres con añiles, magentas con cerúleos, mezclando en una hechura impredecible sentimientos y colores. La figura parecía reptar sobre un suelo escaldado, atomizado, tal vez incluso desgranado en pequeños quasares sutilmente ocultos en la tela. El artista recogió sus lentes sesentones y contempló la figura con ojos oportunos. Ella le devolvió la mirada y levantando un dedo despojado, lo señaló en silencio. El artista tomó el pincel y en un esfuerzo angustioso cubrió por completo el lienzo con acrílico rotundamente negro. Al contemplar una vez más su obra, vio que, emergiendo del fondo de la tela, el dedo acusador aún lo señalaba.

Este relato forma parte de la serie «Relatos extravagantes (algunos incluso raros)»