Oración de Paz

San Francisco(De San Francisco de Asís)

Señor, haz de nosotros instrumentos de Tu paz. Donde haya odio, que pongamos amor. Donde haya ofensa, que pongamos perdón. Donde haya discordia, que pongamos unión. Donde haya error, que pongamos verdad. Donde haya duda, que pongamos fe. Donde haya desesperación, que pongamos esperanza. Donde haya tinieblas, que pongamos Tu luz. Donde haya tristeza, que pongamos alegría. Señor, que no busquemos tanto ser consolados como consolar, ser comprendidos como comprender, ser amados como amar. Porque es dando como se recibe, olvidándose de sí como se encuentra, perdonando como se es perdonado, y muriendo como se resucita a la vida eterna…

Este relato forma parte de la serie “Cuentos de cien palabras”

La designación del Cardenal Bergoglio como Papa profundiza las divisiones

El presente relato es absolutamente humorístico. No tiene ninguna otra intención más que ironizar graciosamente sobre diversas situaciones “folklóricas” a las que estamos acostumbrados.

¡Urgente! La designación del Cardenal Bergoglio como Papa profundiza las divisiones entre los argentinos, los latinoamericanos y también en el resto del mundo. Por caso:

  • Los hinchas de San Lorenzo “gastan” a los de Huracán con cantitos alusivos. Los de Huracán responden: “¡Qué piolas! ¡Si es Papa, tiene que alentar a un equipo santo!”.
  • Los porteños se burlan de los provincianos. Los provincianos contestan que lo sucedido es una nueva demostración de que “Dios atiende en Buenos Aires”.
  • Los vecinos de Flores miran con soberbia a los de Caballito. Los de Caballito se quejan de que la culpa la tiene Donato Álvarez, que no hizo más que dividir los barrios. De Cura-paligüe no dicen nada para no enemistarse con la Curia.
  • Los de Caballito se burlan de los de Barrio Norte diciendo “al menos sacamos aproximación”. Los de Barrio Norte sostienen que “ellos están más allá del bien y del mal y no se enfrascan en esas lides rastreras”.
  • Los de Devoto quieren entrar en el juego, pero no los dejan.
  • Los jesuitas se mofan de los franciscanos, pero lo hacen en voz baja y recurriendo a enigmáticas metáforas. Los franciscanos, en cambio, sufren en silencio.
  • Los franciscanos “chichonean” con los dominicos, pero no se les nota debido a las capuchas. Los dominicos comenzaron a prepararse para hacer elegir un papa de la orden en el 2216, a fin de celebrar los mil años de su fundación.
  • Los miembros de todas las órdenes religiosas miran con sorna al clero secular. Los sacerdotes de las distintas Diócesis responden: “Ya van a ver, ya van a ver”.
  • Los argentinos dicen que “de nuevo los c….. a los brasileños”. Los brasileños se defienden respondiendo “¿Cómo que de nuevo? ¿Cuándo fue antes”. Y agregan que ellos aún tienen cinco copas del mundo y a Pelé, que no necesita ponerse pantalones para mostrar las piernas negras. Además, dicen que los zapatos del Papa no tienen tapones.
  • Los venezolanos aseguran que Venezuela es un país que “está maduro”, y que Latinoamérica “madrugó” a los norteamericanos, porque Chávez llegó a ver al Señor para sugerirle el nombre del Cardenal argentino antes de que Bush intentara hacer lo propio con el Primado de Boston.
  • Los estadounidenses afirman que América, una vez más, se impuso a Europa. Los europeos responden que “todos los caminos conducen a Roma, no a Manhattan”.
  • Los italianos del norte, principalmente los del Piamonte, se mofan de los del centro y sur del país. Sin embargo, los 1.960 habitantes del pequeño pueblo de Portacomaro, en la Lombardía, afirman que son los únicos que pueden jactarse de ser los ancestros del Papa. La palabra que usan –que empieza con “c”- y el gesto que hacen con los brazos, no pueden mencionarse en este escrito.
  • Los descendientes de italianos en la Argentina (50% de la población) se mofan de los descendientes de españoles (el otro 50% de la población). Estos últimos señalan que en la Argentina se habla español, no italiano.

Entre tanta alegría y emoción por la elección del Sumo Pontífice, me atreví a escribir este pequeño “chascarrillo”. Poniéndome serio ahora, le pido a todos los que lo lean que eleven una oración por el Papa Francisco, sean los lectores de la religión que sean. Y si no profesan ninguna, hagan llegar sus buenos deseos para un fructífero papado. Si todos hacemos fuerza, el Universo se complotará para que todo salga bien. Desde ya, gracias.

Este texto forma parte de la serie “Reflexiones sin flexiones”.

Estaba tan cerca que no lo veíamos

BergoglioFrancisco de Asís 1Han pasado apenas un par de días desde que el Cardenal Bergoglio se convirtiera en el Papa Francisco y el mundo -más allá de su asombro- poco a poco comienza a mirar la realidad a través de los ojos de este hombre de Dios que tiene la profunda sabiduría de los jesuitas acompañada de la humildad sin límite de los franciscanos. En nuestro país –y sobre todo en la ciudad de Buenos Aires- comenzaron a proliferar las anécdotas y fotografías de la gente que alguna vez se ha cruzado con el Padre Bergoglio, con el Obispo Bergoglio o con el Cardenal Bergoglio, en el subterráneo de la ciudad, en algún medio de transporte colectivo público, en el último banco de una Iglesia, cruzando la calle “para ir a la farmacia a comprarle un remedio a uno de los muchachos”, en la villa de emergencia tomando mate con los voluntarios o los mismos villeros, o caminando hacia Luján con el raído portafolios, los pantalones negros y los zapatos gastados, para rezar la misa el día de la peregrinación. Muchos sabíamos de su existencia, pero estaba tan cerca que no lo veíamos, y hoy nos sorprendemos de la bonhomía que muestra en esa sonrisa pícara, del calmo sentido del humor y de la profundidad de su pensamiento. Eligió el nombre de Francisco -nos imaginábamos por qué- y en la conferencia que dio a los periodistas del mundo explicó las razones de su elección. San Francisco –el de Asís, porque aún es muy temprano para hablar del de Flores- fue un ejemplo de humildad. Abrazó la pobreza y el despojo y aceptó el mandato de Dios de “reconstruir la Iglesia”. Pero esta característica tan inmensa de Francisco muchas veces tapa las otras virtudes del santo: determinación, coherencia, firmeza de carácter. Cuando Francisco, luego de haber fundado la orden, vuelve del largo viaje que había emprendido, encuentra que los monjes habían desnaturalizado las reglas por él impuestas, y fiel a sus principios y sin que le temblara el pulso, “refunda” la comunidad. ¿Será ésta una advertencia de lo que el Papa esté dispuesto a hacer con una Iglesia herida por los pecados de sus fieles? Hoy el mundo está descubriendo al nuevo Francisco. El único que lo conocía desde siempre –sin que suene como una irreverencia- es el mismo Dios, que lo eligió antes de que lo hicieran los cardenales. Como el padre Bergoglio siempre nos pidió, “recemos por él” para que el mismo Señor lo acompañe en su difícil misión de reconstruir la Iglesia.

Este texto forma parte de la serie “Reflexiones sin flexiones”.