Muchas veces los hechos que afectan nuestra vida son el resultado de nuestras propias decisiones, acciones u omisiones, pero también se ven influidos por las de los demás, cuando todas concurren en forma concatenada a producir ciertos efectos de los cuales ellas son las causas. La física cuántica procura –y logra- explicar apropiadamente estas relaciones de causalidad. Pero lo que no es posible determinar es si esos sucesos han sido los únicos que podían efectivamente ocurrir, en una suerte de implacable determinismo, o si podrían haber existido otras realidades alternativas, cuya posibilidad de ocurrencia dependería de las elecciones que nosotros y los demás hicimos en cada oportunidad. Los relatos que presento a continuación ejemplifican lo que quiero poner de manifiesto. Están basados en hechos de la realidad, aunque los desenlaces en cada uno de ellos no necesariamente se corresponden con lo efectivamente ocurrido. Aquí van:
1. El colectivero imprudente
El coche de la policía estaba detenido en la calle transversal esperando a que la luz del semáforo lo habilitara a cruzar la avenida. En el asiento del acompañante, uno de los policías -que no había ajustado su cinturón de seguridad- acomodó la Itaka sobre las rodillas y la amartilló, porque en la vereda opuesta tres jóvenes entraban en forma sospechosa a un banco portando sendos bolsos. El semáforo cambió de color y el coche de policía comenzó a cruzar la calle, al tiempo que un colectivo lanzado a mediana velocidad hacía lo propio con el semáforo en rojo. El micro impactó en medio del automóvil, la puerta del acompañante se abrió de par en par, el policía cayó sobre el pavimento, y la escopeta, al golpear contra el suelo, se disparó. A veinte metros de distancia, un desprevenido transeúnte se desplomó mortalmente herido.
2. El perro juguetón
Esa tarde el único ocupante del departamento del séptimo piso con vista sobre la avenida Rivadavia era el perro de la casa. Los miembros de la familia habían salido a atender sus obligaciones y el pequeño caniche se había adueñado del balcón. Entraba corriendo al living, tomaba impulso y saltaba contra el barandal una y otra vez. La última de ella sobrepasó los límites de la pared y se desplomó como un bólido sobre la calle, justo en el momento en que un señor sesentón pasaba frente a la puerta de entrada. El impacto fue terrible, y de resultas del cual, ambos perdieron la vida. En dirección contraria, y sin saber lo ocurrido, la esposa del hombre se acercaba al lugar de la tragedia. Al ver a su marido tirado en la vereda, sufrió un infarto y ella también murió. Pero no acaba allí el drama. Un vecino, apurado por prestar ayuda a los moribundos, cruzó corriendo la avenida y fue atropellado por un desprevenido colectivo. Tres personas y un perro perdieron la vida en menos de diez minutos frente al seis mil de la avenida Rivadavia.
3. La taza asesina
Tres cuadras atrás el automovilista había pinchado una goma de su coche. Maldiciendo en voz baja su suerte, la cambió de mala gana. Pero al colocar la taza, no la sujetó correctamente y ésta quedó floja. Apurado porque llegaba tarde a una cita, apretó el acelerador para escapar a la luz roja de los semáforos, haciéndolo sobre el filo del cambio de luces. En la tercera cuadra, ya iba a casi cien kilómetros por hora. Fue entonces cuando la taza se desprendió y salió despedida como un bólido cruzando de par en par la avenida. Por suerte, no le pegó a ninguna persona. Pero la vidriera de la fábrica de pastas quedó pulverizada por el impacto. La vidriera que debería haber estado protegida por la cortina metálica, si no fuera por el corte de luz que asolaba la manzana.
Estos relatos forman parte de la serie «Reflexiones sin flexiones».