Essentials – Conocimientos importantísimos que no sirven para nada

Mix de Essentials

  1. El perro desciende del lobo. El gato, de un coche último modelo… Ah, ¿no ese tipo de gato?
  2. Dice el requiebro: “Los ángeles no tienen espalda”. Dice el irónico: “Los pescados tampoco”. Pregunto yo: “¿Y el lomito de atún?”
  3. Si los ángeles no tienen espalda, ¿cómo se sabe si están yendo o viniendo?
  4. Un cisne negro es un suceso sorpresivo de gran impacto socio económico en la sociedad. Un pato negro es un pato negro.
  5. Muchos personajes de ficción no podían andar solos. Batman tenía a Robin. Blancanieves a los siete enanos. Alí Babá a los cuarenta ladrones. Los políticos honestos a cuarenta y siete millones de argentinos.
  6. “Honestidad política” es una contradicción en sus términos. En cambio, “político deshonesto» es redundante.
  7. La marca del zorro es en realidad de Superman, pero con falta de ortografía.
  8. ¿Por qué se dice “hacer silencio”? Acaso el silencio no viene hecho?

Malentendidos

AlaskaMi vida está llena de malentendidos. No importa lo que haga, siempre sucede algo que no tiene que ver con la intención que me motivara hacerlo. Por ejemplo, una vez quise viajar a Córcega para asistir al carnaval. -¿A Córcega?- me preguntó un amigo. –– le respondí. –Entiendo que allí lo festejan en grande. -¿No estarás equivocado?– insistió él. –Tal vez quieras ir a Venecia, donde se hacen unas fiestas hermosas, con disfraces y máscaras. –No-, le dije. –Es en Córcega. ¿Acaso no escuchaste hablar del Gran Corso?-. Mi amigo se orinó encima de la risa. –Ese era Napoleón– me dijo, mientras se mudaba de ropa y seguía riéndose. No tuve más remedio que tragarme el orgullo y cambiar de conversación. ¡Qué cosa! Cuando trabajaba de vendedor para una importante firma exportadora, estaba atento a las oportunidades que podían presentarse. ¡Y allí también me equivoqué! Quise vender jaulas para canarios a las Canarias. A las islas, no a las hembras de los pájaros. Entonces me enteré de que las islas en realidad se llaman así porque en alguna época había muchos perros, es decir, canes. Y debían ser alemanes, porque cada uno era un can-ario. Todavía retumba en mis oídos la risa de mis compañeros de oficina. Para vengarme, pensé en un negocio explosivo: vender granadas en Granada. Y fue una gran-nada, porque no saqué ni para el pasaje de vuelta. ¡Qué vergüenza! En la lista de mis ventas frustradas figuran llevar cerdos a Cerdeña, comercializar sevillanas en Sevilla, instalar kilómetros de alambre en La Alhambra, exportar milanesas a Milán, vender heladeras en Alaska y comerciar con bombitas de mal olor en Buenos Aires. Después de tantos fracasos, cambié de ramo. Puse una florería. ¡Para qué! El primer cliente que vino quería caléndulas. Cuando vio mi cara de extrañeza, cruzó la calle y se fue al local de enfrente, sin darme tiempo a buscar en el diccionario para enterarme qué estaba pidiendo. Al día siguiente, otro cliente me pidió orquídeas. Le respondí que no tenía porque me hacía mal el perfume. Extravió los ojos y se fue rebotando contra las paredes. Algo me dijo que lo de las flores no era para mí, así que cerré la persiana y me tomé un año sabático para pensar qué hacer. Pensando, pensando, me interesé por los boleros. Entonces, me empleé en una tienda de ropa interior masculina. Pero duré poco, porque no pude aprender cómo funcionaban los distintos talles y hacía unos líos que ni les cuento. A uno que vino a comprar le vendí un anatómico cuatro medidas más chicas que las que necesitaba. Al tiempo me enteré que se había emasculado –castrado, bah- para sacarse el dolor de cabeza. Otro me preguntó qué podía usar con shorts y le recomendé calzoncillos largos de frisa. No entiendo por qué no quiso llevárselos. Al que casi le vendo unas medibachas fue a Batman, pero Robin le dijo que no les quedaban bien y no pude hacer la operación. Cuando quise acordarme, estaba consolidado. Con-sol-y-dado. Es decir, de vacaciones en la playa jugando a la generala. Sí, porque no aguanté el ritmo de la ciudad y me fui para la costa, hacia el oeste… hasta que me topé con la Cordillera de los Andes y tuve que pegar la vuelta. Tardé como cuatro días en llegar a Mar del Plata. Y me quedé sin plata. ¿Sabés lo que es dormir sobre la arena, sobre todo cuando sube la marea? Te marea, te lo aseguro. Y además te moja todo. Allí me ofrecieron trabajar en el correo. Y como siempre, resultó mal, porque terminé de co-rreo de un tipo que se mandó una estafa. A mí me decía que estaba armando una estufa, pero me parecía raro que no tuviera un taller sino una mesa de dinero. La cuestión es que terminé en la cárcel de Caseros… cuando ya la habían mudado a otro lado. Estaba solo como un perro. Como un perro solo, quiero decir. Y allí comenzaron nuevos problemas. Pero esa es otra historia que algún día les contaré. Haregato… ¡No! Bon appetit… ¡Tampoco! Ah, sí: Arrividerci.

Este relato forma parte de la serie «Relatos en positivo».

De óperas y operetas

  • Se dice que Beethoven era tan sordo que cada vez que tocaba el piano pensaba que estaba mandando un e-mail.
  • Según un oftalmólogo de Viena, cuando Johann Strauss escribió el vals “El Danubio azul”, ya era daltónico.
  • Es altamente improbable que la opereta compuesta por Johann Strauss llamada “El Murciélago” haya sido dedicada a Batman.
  • La creencia popular establece que el creador de Green Peace fue el músico ecologista Claudio Monteverdi, quien además, por haber nacido en Cremona, habría inventado la fórmula del pan circular.
  • No existen comprobaciones serias de que el músico alemán Christoph Gluck haya fallecido atragantado en Viena comiendo una salchicha de esa localidad.