Me invitaron a pasar un fin de semana en una estancia. Es una casa de coto. ¿Del dueño de qué supermercados? No, disculpen, me equivoqué. En un coto de caza, quise decir. Privado. Está privado de animales, privado de belleza, privado de comodidades. La verdad, no sé para qué me invitaron. Podían haberse privado de invitarme y yo me habría privado de ir. Porque además, está lejísimos del obelisco, donde vivo. No, yo no vivo en el obelisco, sino en la zona del obelisco. Es una manera de decirlo sin decirlo, un recurso literario. Se llama Carabelas. La calle donde vivo, no el recurso literario. El recurso literario se llama sinécdoque. Pero la estancia no se llama Carabelas, aunque queda en Colón. Colón está en Entre Ríos. No, no estoy hablando de la ciudad de Colón, que queda en Santa Fe. Me refiero a Cristóbal Colón. Se supone que llegó a Entre Ríos en uno de sus viajes y después no pudo salir debido a la gran inundación. Quedó varado en su carabela. Y hace poco se encontró su calavera. La gran inundación o el diluvio universal, como se lo conoce. ¿Cómo que fue en Asia? ¿No dicen que pasó en la Mesopotamia? Y bueno, en la Mesopotamia están Misiones, Entre Ríos y Corrientes. Lo cual es lógico. Y peligroso. Porque no se pueden hacer misiones en entre ríos porque hay corrientes. Pero que haya corrientes entre ríos es un descuido de la empresa de electricidad de la zona. De la zona de Colón, no de la zona del obelisco. Pero volviendo a la estancia… En realidad, yendo, porque aún no les dije que hubiéramos llegado. Decía que la estancia queda lejísimos. No sé por qué no la hicieron en el centro de Buenos Aires. En el obelisco, por ejemplo. Claro, si la hubieran construido allí, sería una estancia en propiedad horizontal. Porque en el obelisco no hay mucho lugar para construir algo. Salvo en la punta, donde se puede poner una veleta. Veleta es un artefacto que se mueve con el viento. Pero Veleta es también una señorita que cambia de pareja permanentemente. Es decir, que se mueve, pero no con el viento. Ah, ¿eso tiene otro nombre? Ah sí: casquivana. Uf, qué susto; pensé que iba a decir pu… pudiendo hablar bien, hay que hablar bien. Y ahora que me acuerdo, la estancia se llamaba La Veleta Casquivana. Lo cual está bien dicho, porque veleta es un sustantivo y un adjetivo al mismo tiempo. ¡Qué sé yo por qué no le pusieron La Veleta Veleta o la Casquivana Casquivana! ¡Pregúntenle al dueño, al señor Caza! Para llegar a la estancia tomamos un camino que nos hizo dar muchas vueltas. En realidad, dimos muchas vueltas porque lo que tomamos en el camino fueron cuatro botellas de vino entre las cuatro. ¿Qué por qué digo LAS cuatro si éramos todos hombres? Porque no me dejaron terminar. Entre las cuatro y las cinco de la tarde, decía antes de que me interrumpieran. Y entre las cuatro por cuatro que conducíamos. ¡Que cosa curiosa! Cuatro por cuatro da dieciséis; es decir, las cuatro de la tarde. P.M. Yo creo que P.M. significa “para mí”. Porque para mí eran como las cuatro de la tarde, pero lo digo abreviado. Es otro recurso literario. Se llama… ¡no sé cómo se llama! Decía que p.m. salimos tarde del obelisco y por eso se nos hizo esa hora. Aunque la hora no se nos hizo: ya estaba hecha. Y a las cuatro de la tarde estaba todo oscuro y llovía. Estaba oscuro y llovía dentro de la cuatro por cuatro, que tiene el techo hecho pelota. Afuera, en el asfalto, el barro nos salpicaba el parabrisas. ¿Cómo barro en el asfalto? Porque íbamos detrás de un camión que transportaba tierra y con la lluvia se deshacía y la tiraba sobre nosotros hecho lodo. O fango. O légamo. O lo que quieran. La cuestión es que nos tiraba una pasta viscosa sobre el parabrisas que no nos dejaba ver. Hasta que lo pasamos. Y nos pasamos. Teníamos que doblar en un camino secundario, que como estaba mal señalizado no lo vimos y seguimos de largo. Nos dimos cuenta al llegar a la frontera porque nos hablaban en un idioma que no conocíamos. Era portugués. Y aunque no llevábamos malla, decidimos seguir hasta Río de Janeiro. No cazamos mucho, ¡pero había unas leonas! Y ninguna era casquivana. El año que viene volveremos, si tenemos viento a favor. Para eso vamos a mirar a la veleta del obelisco, consultar al señor Caza y largarnos en las 4 x 4 hasta Brasil. Nos vemos (si ustedes van para allí).
Este relato forma parte de la serie «Relatos en positivo».