¡Qué amable el señor de la mesa de al lado!

Pareja cenandoSentados en una esquina del salón comedor del lujoso restaurante, la joven pareja se prodigaba arrumacos a la vista de los comensales. Habían cumplido su primer año de novios y lo festejaban gastando el aguinaldo en una comida placentera. El mozo acercó el menú y un pequeño bol que contenía una deliciosa crema de palta. El novio ofreció a la novia un trozo de pan untando en la crema, pero la joven lo rechazó cortésmente: a ella no le gustaba la palta. En la mesa vecina, un solitario comensal observaba la escena atentamente. De pronto, sin aviso previo, se acercó, y dirigiéndose a la joven, le dijo con amabilidad: “Disculpe la intromisión, pero veo que no gusta del aperitivo. Le cedo esta porción de paté de foie especialidad de la casa que me trajeron y que resultó exquisito. Queda sólo un poco, pero podrá saborearlo”. Ella agradeció el gesto con una sonrisa complacida. El hombre regresó a su mesa. Algo más tarde, el vecino volvió a acercarse. “Disculpen nuevamente, pero sugiero que prueben estos dos langostinos marinados que les ofrezco. Yo comí otros cuatro y son excelentes. Además, estoy satisfecho”. Esta vez fue el joven quien dio las gracias con gesto amable. Casi al final de la cena, el comensal se acercó una vez más portando una botella de vino llena hasta la mitad. Casi con vergüenza les dijo: “Perdonen la impertinencia, pero pedí una botella grande y no la voy a terminar. Háganme el favor de aceptarla”. La pareja agradeció al unísono, y el cumplido vecino los saludó y se retiró. Los jóvenes quedaron comentando lo curioso de la escena y disfrutando de una copa de buen vino. Cerca de la medianoche, los jóvenes decidieron retirarse. Pidieron la adición, y al traer la cuenta el mozo, comprobaron que…

(Elige tu final escribiéndolo en Deja un comentario” haciendo click en el círculo gris de la parte superior derecha junto al título del relato):

  1. Había sido pagada por el otro comensal
  2. Además de su cena, les cobraban también seis langostinos marinados y una botella grande de buen vino
  3. ¿Qué otro final se te ocurre? (agregarlo en “Deja un comentario”)

Este relato forma parte de la serie “Relatos extravagantes (algunos incluso raros)”.

Ingratitud

Eran las once de la noche. Salió del comedor comunitario donde ayudaba a los indigentes que se alineaban cada día tras un plato de sopa y una porción de pasta y comenzó a caminar hacia su casa. Su carácter sencillo y humano le había granjeado el afecto de casi todos los comensales cotidianos que apreciaban el trato amable que él les dispensaba. Al doblar la esquina, dos sombras se recortaron de la sombra y lo enfrentaron revólveres en mano. -¡Danos la guita!- le gritaron casi al unísono. Él se quedó inmóvil por un instante y luego, lentamente, metió la mano en el bolsillo y sacó los pocos billetes arrugados que llevaba. Al dárselos con mano temblorosa, uno de ellos lo miró a los ojos y le dijo con voz entrecortada: -Pero, vos sos el que nos atiende en el comedor de la iglesia-. Él asintió con un gesto imperceptible. El ladrón le dijo a su compinche: -No podemos hacer esto. Yo conozco a este hombre y él a mí-. El compañero le devolvió la mirada y le dijo:- Tenés razón-. Y apuntando al centro de la frente, disparó. Ahora ya no podría delatarlos.

Este relato forma parte de la serie “Cuentos incontables”.