Educación

Everaldo tenía una educación no tradicional. O tradicional. La verdad no sé definirla. Digo que no sé definir la educación, no la verdad, que tiene una definición muy clara. La verdad se define como “un juicio o proposición que no se puede negar racionalmente”. Está claro, ¿verdad? No se puede negar que es un juicio muy racional. La definición, digo. Pero lo que yo no sé definir es si la educación de Everaldo era tradicional o no tradicional. El hecho es que debido a esa educación, Everaldo no tuteaba a los familiares: padres, tíos, hermanos, primos o sobrinos. Él «ustedeaba» a todo el mundo. Es decir, los trataba de «usted». Esa tendencia se agudizaba con los que trabajaban con él. Por ejemplo, con la hija de una tía paterna, que era la Gerente Comercial de la empresa. Un día, cansado de la falta de resultados de su prima, Everaldo le ordenó a su prima: “¡Suprima su prima!”. Su prima primero se ofuscó por tener que suprimir su prima, y luego se largó a llorar con desconsuelo. Desconsuelo era otra de las primas. Al principio iban a bautizarla Consuelo, pero en la ceremonia se largó a llorar tan fuertemente que decidieron cambiarle el nombre. La prima de Everaldo lloraba de esa manera, pero Everaldo no se conmovió, porque su educación no se lo permitía. A él le habían enseñado que los hombres no lloran, por lo cual, cada vez que se lastimaba, se reía. Algunos pensaban que era un imbécil. Otros, en cambio, decían que era un idiota. Pero Everaldo seguía firme en sus trece. Hasta que la madre le dijo que había cumplido veinticinco y que ya era hora de que se pusiera pantalones largos. ¡Y efectivamente ya era hora! Porque como era muy friolento, usaba calzoncillos largos. ¿Se imaginan la combinación de calzoncillos largos con pantalones cortos? Parecía Batman en invierno. Porque los calzoncillos eran de frisa. Frisa era otra prima alemana de Everaldo, a quien él le usaba la ropa interior. Lo hacía de puro curioso nomás, porque decía que le gustaba explorar la vida interior de la familia. A Everaldo la educación lo había convertido en una persona muy severa. Se-verá que eso no le hacía bien ni a él ni a los que lo rodeaban. Los que lo rodeaban no eran muchos porque él era bastante flaco. Flaco y rígido. El problema era que siendo tan rígido, quería trabajar de contorsionista. Y la rigidez y la contorsionidez son dos cosas que no se llevan bien. La primera vez que intentó una contorsión, se rompió la columna vertebral. Tuvieron que reemplazarle las vértebras con caracú. Parecía el dinosaurio del Museo de Parque Centenario. El esqueleto del dinosaurio, no el que está vivo. Ah, ¿no hay ninguno vivo? ¿El otro es el guardián del museo después de hacer el régimen de la luna? Ya me parecía demasiado pequeño. La cuestión es que a partir de entonces a Everaldo lo llaman Elvertebraldo. Por eso y por los calzoncillos de frisa. ¿Que qué tienen que ver los calzoncillos de frisa? En realidad nada, pero la verdad es que no sabía cómo terminar el relato de una manera tradicional. O no tradicional. Debe ser por culpa de mi educación. Hasta la próxima.

Este relato forma parte de la serie «Relatos en positivo».