El ahogo (II)

IndiferenciaComo regurgitando pensamientos apenas esbozados, como sintiendo la presión de los instintos sobre las sienes pobladas de amargura, como saboreando un banquete de ojos derretidos por el calor de un fuego que no ardió, la noche en que tu historia se sobrepuso con la mía rodeó mi cuello, se deslizó brevemente por el pecho, y en el instante aquel en que la amargura abandonaba el nido, una imagen sin final me penetró pausadamente, gozando de un momento que nunca llegué a saborear, perdido en mi propia indiferencia.

Este relato forma parte de la serie “Relatos extravagantes (algunos incluso raros)”.

Encuentro conmigo

Ojos cerradosCierro los ojos. Una imagen que se me parece extrañamente me observa desde un espacio alternativo. Me saluda con una mezcla de simpatía y lástima – algunos la llaman conmiseración. ¿Tendrá que ver con la miseria que llevamos dentro? Tiendo la palma para atrapar su diestra y recupero una mano izquierda, una mano en espejo. En realidad, no sé si es una mano. Esbozo una sonrisa. Los labios se contraen y veo con horror una boca desdentada, un frenesí de carne que alguna vez fue roja, un mazacote de saliva regurgitada en trozos. Dudo de persistir en la agonía y con esfuerzo recobro los sentidos. Una tiniebla espesa me recubre y continúo viéndome como no quisiera hacerlo. Continúo viéndome. Continúo…

Este relato forma parte de la serie “Relatos y correlatos”.

Por esta vez

Mirar la imagen durante un minuto sin parpadear. Luego cerrar los ojos sin apretarlos demasiado

Cerró los ojos y dejó volar la mente hacia un lugar en el que nunca había estado, en un tiempo que aún no había transcurrido. Una luz purpúrea comenzó a perfilarse en el interior de los párpados atestados de recuerdos. Intentó forzar una imagen pero sólo pudo rescatar la luz indolora que jugueteaba en sus absortas pupilas. Poco a poco, sin embargo, un manchón inocente fue tomando forma y una figura abstracta se corporizó pegándose al cristalino bañado en lágrimas azules. Parpadeó sin abrir los ojos para no dejar huir la imagen que se le regalaba y tanteó sus difusos contornos con las invisibles retículas de la imaginación. Era un rostro que se le antojaba familiar, un armónico conjunto de rasgos bajo una frente amplia rodeada de largo cabello y una barba que coronaba el mentón erguido. Por momentos la imagen se amplificaba resplandeciendo sobre un círculo luminoso que tendía a difuminarse, pero luego, lentamente, se esfumaba entre negruras. Finalmente, desapareció. Abrió los ojos y la realidad inmisericorde lo invadió. Pero nada le importaba. Por esta vez había logrado ser parte de un todo, más allá de la nada.

Este relato forma parte de la serie “Relatos extravagantes (algunos incluso raros)”.