De pie, pies y pieses (I)

Aunque los seres humanos tenemos solamente dos pies, existe una importante cantidad de refranes que los tienen como protagonistas. A los pies, digo, no a los protagonistas. Es decir, los protagonistas son los pies. Huy, me parece que en este relato entré con el pie izquierdo… ¡Eso! Aquí encontré el primer refrán. Se dice que alguien entra o se levanta con el pie izquierdo cuando algo comienza mal. Como comenzó este relato, por ejemplo. Pero bueno, ya lo arreglé. Creo, bah. Pero sigamos. Este refrán es muy antiguo y tiene su origen en la aversión que se le tenía en el pasado a los zurdos. A los zurdos, no a los sordos. ¡Sordos! Los zurdos eran mal vistos porque parecía que hacían las cosas al revés. ¡Y nada que ver! Si hay diestros que hacen cada cosa… La cuestión es que entrar con el pie izquierdo era un signo de mala suerte. Los marineros del siglo XIX, por ejemplo, no subían al barco por el costado izquierdo del barco, por babor. Por babor no es un turco pidiendo favores sino que significa por el lado izquierdo del barco. Buen chiste, ¿no? El problema que tenían los marineros era cuando el barco se estacionaba… ¿se dice se estacionaba?… en el puerto sobre babor. Entonces, para subir al barco por el otro lado, tenían que tirarse al agua. Complicado, ¿no? Como contrapartida, levantarse con el pie derecho implicaba tener buena suerte. Será porque así es más fácil embocar la chinela. ¿Quién sabe? Y hablando de embocarla, otro refrán habla de no dar pie con bolaNo dar pie con bola significa equivocarse en forma reiterada. El problema con este refrán lo tienen los futbolistas, que si no le pegan a la pelota, la patada va a la canilla del contrario y terminan expulsados. En la Argentina llamamos canilla a la tibia. Canilla, tibia… muy hidráulico todo. El tema es que muchos jugadores terminan expulsados. Como le pasó a… mejor dejémoslo ahí, porque no me alcanzarían las páginas para nombrar a todos los que echaron en distintos partidos de fútbol. Y yo no quiero ser alcahuete. En estas cosas es mejor andar con pies de plomo… ¡Otra vez! Sin quererlo, encontré un nuevo refrán. Andar con pies de plomo significa ir despacio, con cuidado. El origen del refrán son los zapatos que usan los buzos cuando caminan por el fondo del mar. Y sólo cuando caminan por el fondo del mar. Porque cuando llegan a sus casas y entran al living, las esposas les gritan: -¡Sacate los zapatos, que me ensuciás el piso! Y sí, así son las mujeres. ¿Vieron cuántos refranes existen?  Y hay muchos más, pero mejor los dejo para otras publicaciones. Como dije al comienzo, menos mal que los seres humanos tenemos sólo dos pies. ¿Se imaginan si fuéramos como los cienpies? Hasta la próxima.

De la serie «Relatos en positivo»

Medio sordo

SordoRelato basado en un chiste popular de origen desconocido

Esteban era medio sordo. No es que escuchara a medias, sino que oía perfectamente con el oído derecho, pero absolutamente nada con el izquierdo. Quienes lo conocíamos comprendíamos por qué siempre se sentaba en la punta de los sillones, cambiaba de lugar o hacía contorsiones con la cabeza para escuchar mejor. Esa dificultad no le impidió llegar a tener un cargo importante en una gran empresa. Un día un empleado, por hacerse el gracioso, musitó en su oído izquierdo: «¿De dónde venís, sordo de m…..?». Esteban lo miró con una sonrisa y le dijo: «De comprar un audífono, ex empleado».

Este relato forma parte de la serie «Cuentos de cien palabras».

Fin de año

Fin de año 2014Una vez más, por destino o por fortuna, llegamos a los confines de un final y de un comienzo. Un año que concluye, otro que se inicia. Si miramos atrás por sobre el hombro izquierdo, podremos ver las frustraciones, los dolores, las desesperanzas que nos agobiaron durante los trescientos sesenta y cinco días transcurridos. Si lo hacemos por sobre el derecho, advertiremos en cambio la confianza, los momentos de sosiego, los logros que tiñeron de alegría nuestro tiempo. Y si giramos alternativamente la cabeza a diestra y siniestra, observaremos el ritmo cambiante de la vida misma, muchas veces buena, otras no tanto. Pero eso es el pasado. Hacia adelante, nuestros ojos todavía están cerrados. No podemos anticipar lo que vendrá, lo que nos espera a la vuelta de cada esquina, lo que encontraremos en cada cruce de caminos. No podemos forzar un porvenir que no conocemos. Por eso, la apuesta vital y esperanzada consiste en vivir plenamente cada instante, cada pequeña porción de este presente, sin quedarnos aferrados a un ayer que ya fue, sin preocuparnos por un mañana que aún no es.

Este texto forma parte de la serie “Reflexiones sin flexiones”.