Uno de mis mejores amigos está bajo el influjo del vicio de la bebida. ¡Pobre! Le viene desde la cuna. ¿Por qué? Porque la madre le puso de nombre Tomás Empédocles. Con un nombre así, cualquiera se vuelve curda. ¿No lo creen ustedes? Él dice que es veodo. Sí, veodo, con “v”. Porque dice que “veodo-ble”. Tanto es así que cuando se puso de novio creyó que se había enamorado de mellizas. ¿Se imaginan cuando la novia lo dejó? Andaba golpeando las paredes y gritando “¡Me abandonaron!, ¡Me abandonaron!”. El problema de mi amigo con la bebida… En realidad, no sé por qué digo “el problema”. Si para mi amigo, la bebida no es un problema. Al revés. Él considera que el licor es su mejor amigo. Y para eso se basa en lo que dijo un cardiólogo, que aconsejó “un vasito de vino por día hace bien al corazón”. Mi amigo debe tener como diez corazones, porque chupa que es un contento. Más que contento, en realidad es achispado. Achispado es sinónimo de borracho, ebrio, embriagado… Yo les decía que a mi amigo la borrachera le viene desde la cuna. Lo que pasa es que la cuna estaba hecha de roble. Más que cuna, era una cuba. Y él, más que acunado, estaba añejado. Cuando fue al colegio, siempre le tocó la división “AA”. La de “Alcohólicos Anónimos”. Y en la universidad fue a la UBA. Chiste viejo, ¿no? Bueno, de algún lado hay que sacar tema para escribir bol… para escribir estos interesantes textos. Hasta la próxima.
Este relato forma parte de la serie «Relatos en positivo».