El diccionario

¡Qué bueno es tener un diccionario! Porque nos aclara todas las dudas que tengamos. Por ejemplo, quería saber el significado de la palabra “cigala” y la busqué en el Diccionario de la Real Academia Española. ¡Para qué! Decía: “Forro, generalmente de piola, que se pone al arganeo de anclotes y rezones”. ¡Ajá! Antes tenía una duda y ahora no son menos de cinco. Resignado, continué con mi investigación. Busqué “piola”. La definición que encontré me desconcertó. Decía: “Vivo, astuto, simpático”. ¿Y eso? ¿Qué tiene que ver con la cigala? Entonces me di cuenta de que había más de una definición. La siguiente decía: “Cuerda delgada o cordel, especialmente el formado por dos o tres cordones retorcidos que se emplea en marinería”. Bueno, esto prometía tener más sentido. Suspiré algo aliviado y me dispuse a continuar con mi investigación. La siguiente palabra era “arganeo”. Aquí la cosa parecía complicarse. Pero no. La definición traía palabras más conocidas, al menos para mí. “Arganeo: Anillo de hierro en el remate superior de la caña del ancla”. “Anillo, hierro, caña, ancla” eran todas palabras que podía comprender sin tener que buscarlas en el mataburros… quiero decir, diccionario. Tampoco hay que ser grosero, ¿no? La siguiente palabra era “anclotes”. También fácil de entender: “Ancla pequeña y ligera”. Bueno, estaba casi llegando al final. Busqué entonces “rezones” y el diccionario me devolvió la siguiente definición: “Ancla pequeña, de cuatro uñas y sin cepo, que sirve para embarcaciones menores”. ¡Ah, ahora sí! ¡Todo se trataba de anclas! ¿Y por qué no lo dicen así y se acaban los problemas? Porque una vez que llegué a tener la definición completa, me olvidé qué era lo que estaba buscando. Y para qué lo estaba buscando. Pero aprendí que “cigala” significa… ¿qué era lo que significaba? Esperen, voy a buscarla en el diccionario…

De la serie «Relatos en positivo»