Las cuatro sombras

Cuatro sombras gemían ocultas en las sombras. Una era el espíritu del tiempo que se sumía en sí aguardando el desatino del después. Otra, el hálito de la desesperanza pugnando por burlar el abandono. La tercera, el resplandor ignoto de los propósitos frustrados. Nunca supe de la cuarta hasta hoy, en que la oscuridad cegó mis ojos y una luz oportuna acompañó mis pasos.

Este relato forma parte de la serie “Relatos extravagantes (algunos incluso raros)”.

Esa habitación

Cuatro paredes y una sola oscuridad. Profunda, siniestra, descarnada. Una oscuridad que duele de tan densa. Un techo abovedado, como expandido de ocio, sin columnas, vigas o parantes visibles. Una ventana ciega y una puerta. En la puerta, un número de tres cifras, el número que se murmura pero que nadie se atreve a repetir. Y en el centro del cuarto, mordiendo los bordes aferrados a la tierra, un negro y profundo túnel, en cuyo fondo se adivina apenas un resplandor rojizo.

Este relato forma parte de la serie “Relatos extravagantes (algunos incluso raros)”.