La conmovedora historia de la víbora herbívora y el yacaré desdentado
Habían nacido para ser las fieras más salvajes y temidas de la selva: la terrible constrictora y el acorazado de la boca inmensa. Ambos eran capaces de cazar, triturar y devorar presas más grandes que ellos mismos. Nadie se acercaba al río, reino del yacaré, ni a los árboles cercanos donde imperaba la anaconda. Nadie que supiera de su existencia, claro. Pero el cervatillo, nacido apenas unos días antes, aún no había abierto los ojos a la realidad de la jungla profunda, donde las frágiles patas escasamente podían sostenerlo entres sustos y ansiedades. Primero se encontró con la anaconda. Se miraron replicando un gesto de sorpresa e incomprensión. La serpiente vio cómo la pequeña gacela temblaba de terror, y dando la vuelta, continuó desgajando las hojas de un eucalipto. Cuando pudo sobreponerse, el cervatillo huyó hacia el río, para caer de bruces en las fauces abiertas del caimán. Pero nada pasó. Ni un solo diente coronaba la mandíbula del predador, que escupió sobre la tierra el espanto del cervato. Años más tarde, un orgulloso ciervo de ostentosa cornamenta, recordaba el día en que pudo haber muerto dos veces, y las dos veces sobrevivió.
Este relato forma parte de la serie «Cuentos de la fronda».
Hoy domingo 3 de marzo de 2019 es el Día Mundial de la Naturaleza. Como un homenaje a ese día en que se conmemora la convención que protege las especies amenazadas, vuelvo a publicar este simpático relato de la serie «Cuentos de la fronda». Espero que les guste.