Nuevas comparaciones

  • Toma y daca sudamericano: En Colombia pongo y en Ecuador Quito
  • A ese político le dicen “perinola con suerte”, porque siempre Toma todo
  • Rembrandt dormía de día y luego hacía La ronda nocturna
  • Era todo un gladiador. Tenía músculos de pesista, puños de boxeador y pie de atleta
  • En el Tibet, el monje ignora a la mujer pero el Dalai Lama
  • Puede ser que el hombre asombre, pero La Mujer Maravilla
  • Para enviar una manzana a la casa de una clienta, el verdulero le dijo a Nelson Mandela
  • Se juntaron en el hospital el Papa Francisco, el Papa Benedicto y el papanicolau
  • En un juego de ajedrez en Nueva York los caballos eran mellizos y las Torres Gemelas
  • En París dicen que el campo consume mucho gas y la Ciudad Luz
  • Santo Tomás era campesino y San Isidro Labrador
  • Cuando Dory llegó, no había nadie en casa porque estaban Buscando a Nemo

De la serie «Textos improbables».

Volvieron las comparaciones

El gladiador tenía músculos de pesista, puños de boxeador y pie de atleta

En el Tibet, el monje ignora a la mujer, pero el Dalai Lama

Puede ser que el hombre asombre, pero La Mujer Maravilla

Para enviar una manzana a la casa de una clienta, el verdulero le dijo a Nelson Mandela

Se juntaron en el hospital el Papa Francisco, el Papa Benedicto y el papanicolau

En París dicen que el campo consume gas y la Ciudad Luz

Cuando Dory llegó, no había nadie en casa porque estaban Buscando a Nemo

¿Cuántas ruedas tiene un automóvil? El Renault 4

La madre le dijo a Silvina Ocampo: Dama serás si con Bioy Casares

Casimiro Gómez vende cinchas y Navarro Correas

Disyuntivas de hierro: derrota o ciudad y Victoria Ocampo

El garaje de Humphrey Bogart era marrón y la Casablanca

De la serie «Textos improbables»

Impermanencia – El rugido del león (*)

Monje y cometaLas almenaras fulgían en las atalayas de roca infranqueable que forjaban la base del Qomolangma, en la terra incognita de los macizos inabordables y los mil seiscientos lagos de agua dulce que suavizaban la árida meseta tibetana del Reino de Ladak. Kungshu Phan alimentaba el fuego sagrado encendido a fuerza de dificultades y excremento de yak y azuzado con el fuelle de madera y cuero heredado de los abuelos de sus abuelos por quién sabe cuántas generaciones. Alimentaba el fuego para avisar a su esposa Mo Ti que la tormenta había morigerado su furia y por algún tiempo sería posible arrojarse desde la Torre del Fénix Dorado amarrado a la cometa de seda y papel washi, remontarse llevado por el viento y aterrizar en el Camino Púrpura dos mil metros abajo, donde ella lo esperaba para acompañarlo hasta Zengge Zangbo a recibir el chorten, el relicario de la iluminación. Era la conclusión del retiro de tres años, tres meses y tres días que todo monje debía realizar una vez en la vida, previo a la Ceremonia de la Corona Negra que el Karmapa, líder espiritual de la escuela Kagyu, realizaba en el Monasterio budista de Rumtek cada quinquenio. El vuelo en cometa no era sólo un ejercicio físico, una prueba de destreza suprema, sino la práctica de la meditación, la sagrada shamata que llevaba al estado de máxima pureza mental. Mientras el resto de los monjes recitaba el Om Mani Padme Hum, el mantra espiritual de la relajación, Kungshu Phan hizo las veinte postraciones, leyó las páginas talladas en madera del Bardo Todol, el libro tibetano de la muerte, y calzándose el arnés de soga, carreteó brevemente y se lanzó al vacío. Luego de un breve sofocón inicial producido por el abrupto salto, estabilizó la cometa y comenzó a deslizarse ágilmente por el aire. Una sensación de paz inaudita lo invadió. Libre de presiones, ligero como las aves y dueño absoluto de su cuerpo y de su mente, realizaba piruetas ascendiendo y descendiendo en el vacío al influjo de la brisa. De pronto, un viento traicionero se coló bajo la tela desgarrándola. Kungshu Phan perdió el dominio de la cometa y se precipitó pesadamente al suelo. Lanzando un grito de angustia, Mo Ti corrió hasta él. Al llegar a su lado, tres cosas la impactaron. La primera, que entre los dedos de las manos de su esposo se enredaba a modo de relicario una pequeña réplica de la Rueda Dorada de la Monarquía Universal. La segunda, que en los labios florecía una sonrisa. Pero lo más llamativo era que, a pesar de estar muerto, su corazón seguía latiendo…

(*) En la cultura budista se conoce como “El rugido del león” a la proclamación sin miedo de la verdad.

Nota: Los nombres de los lugares, las personas y los objetos son reales, pero no necesariamente se corresponden con su ubicación física dentro del relato.

Este relato forma parte de la serie “Relatos extravagantes (algunos incluso raros)”.