Hoy quiero hablarles de algunas profesiones que son incompatibles con las características de los respectivos profesionales. Aunque no lo crean, varias de estas situaciones son reales y nos han ocurrido a nosotros a lo largo de nuestras vidas. Otras, en cambio, son invenciones libres imaginadas a partir de las primeras. Comencemos entonces por hablar de los casos reales:
Pintor daltónico:
Una vez que debíamos pintar nuestra casa, nos recomendaron a un pintor que cobraba bastante barato. Lo que no nos dijeron es que era daltónico. ¿No lo creen? Les aseguro que es cierto. Mi esposa le pidió que pintara de un color cálido una pared, algo así como un rosado. Cuando fue a ver el color que el pintor estaba preparando, lo vio haciendo una mezcla de pomos verde y blanco. Cuanto más se oscurecía la mezcla, más verde echaba. Menos mal que mi esposa se dio cuenta y armó ella el color, porque si no, no sé de cómo habría quedado pintada la habitación.
Albañil con alergia a la cal:
El siguiente caso nos pasó cuando agrandamos la cocina y el comedor diario de nuestra casa. Vinieron un grupo de albañiles, muy buenos casi todos ellos. Sólo uno era bastante faltador. Cuando le preguntamos al capataz de la cuadrilla porqué faltaba tanto esa persona, nos comentó que “tenía alergia a la cal” y por eso de vez en cuando debía quedarse en la casa para recuperarse. ¿Pueden creerlo? ¿Por qué no se dedicó a panadero, que con la harina no debería tener problemas?
Hablemos ahora de las incompatibilidades imaginarias.
Músico sordo:
Ya sé que existió Beethoven, quien a pesar de ser sordo, fue uno de los tres más grandes músicos de la historia. Pero él no era sordo de nacimiento, sino que quedó así a partir de sufrir algunas enfermedades complejas, como la fiebre tifoidea, la sífilis, la hepatitis y otras por el estilo. ¡Pobre Ludwig van! Las pasó mal el pobre. No concibo hoy día un músico que pueda descollar sufriendo de sordera. ¿Piensan lo mismo ustedes?
Entomólogo al que le den asco los insectos:
Debo confesar que yo no podría haber sido entomólogo en mi vida. Les tengo mucho asco a los insectos como las cucarachas, y temor a otros como las arañas. ¿Se imaginan a alguien que tenga que trabajar con insectos y sienta lo mismo que yo? Verdaderamente impensable.
Laboratorista ciego:
Por laboratorista me refiero a todas las profesiones cuyo instrumento fundamental de análisis es el microscopio. Una persona no vidente no podría ejercer eficazmente esta profesión porque la posibilidad de uso del microscopio le estaría totalmente vedada.
Manicura con mal de Parkinson:
¿Se imaginan? No quiero ni pensar cómo quedarían las uñas del cliente.
Historiador desmemoriado:
La pérdida de la memoria puede ser un signo de demencia. La demencia también afecta el pensamiento, el lenguaje, la capacidad de discernimiento y la conducta. Las formas comunes de demencia asociadas con la pérdida de la memoria provienen de la enfermedad de Alzheimer. Piensen en un historiador que estuviera dando una conferencia diciendo: “En el año,,, el año… no me acuerdo bien el año, tuvo lugar la batalla de… de…”. No cierra, ¿no?
Escritor disléxico:
Un estricor disxélico es un broplema para el corrector. Aunque los insegles desbruquieron que si un texto cambia de lugar las letras, pero mannetiendo en su lugar las primeras y úlmitas de cada palabra, el texto igualmente puede ser leído. De todos modos, no resulta muy cómodo que digamos.
Locutor de radio mudo:
En televisión puede haber un locutor mudo, si habla el lenguaje de señas. ¿Pero en la radio? No imagino prender el aparato y escuchar “mmm… mmm…”.
Como puede verse, existen incompatibilidades entre profesiones y características personales. ¿Imaginan ustedes alguna otra? Hasta la próxima.
De la serie «Relatos en positivo»