Saliendo de la caverna

Caverna 1El presente relato es continuación del publicado el 17 de diciembre de 2012 bajo el título “Entrando a una caverna”.

Esa luz. Esa luz que ciega está allí. Parece inalcanzable y sin embargo puedo tomarla entre las manos extendidas, mientras me atrae hacia un espacio nuevo. Es una luz mujer, de contornos suspirados por un aroma inconfundible, por el rumor de una voz que no se olvida. Me atrapa entre caricias sutiles con el calor de un sol inapelable, de una estrella viscosa hundida en los pliegues de la piel. Mis pies caminan solos, insomnes, llevando la carga del cuerpo hacia adelante. Mis piernas son las ramas frágiles de un árbol incipiente que se columpia al viento. Un paso más y la luz me ciñe de infinito. Un paso más y nuevamente estoy en el lugar del que partí.

Este relato forma parte de la serie “Relatos y correlatos”.

Entrando a una caverna

Caverna 1La soledad se encarna en frío. Un frío cerril que penetra violentamente bajo la piel desnuda congelando las venas y la sangre. Un frío ambivalente, silencio y oscuridad: una oscuridad silente, un silencio oscuro. Los pies desnudos palpitan un suelo incoherente de mogotes traicioneros y baches profundos que muerden los talones. Buscan asentarse en los espacios esperanzadamente planos, pero no logran su designio. No hay una luz inerme, no hay un sonido opaco. Sólo impera una tirana soledad, una Saba sojuzgando a súbditos oscuros, silenciosos, inconexos. Las manos, aferradas al borde de la entrada, se niegan a avanzar. Los dedos solitarios se escurren entre sí, procurando retener el calor que huye lentamente. Y los ojos, que escudriñan la oscuridad absoluta, parpadean en el silencio de la caverna muda. No puedo más. Niego mi sí a la penumbra que me atrapa, y dando media vuelta, me distancio.

Este relato forma parte de la serie “Relatos y correlatos”.