Mi comienzo, tu final

Puerta entreabierta“¡Me voy!”. Las palabras, pronunciadas casi con fiereza, captaron de inmediato su interés. Se destacaban nítidamente por sobre unos suaves gemidos ahogados que provenían del cuarto adyacente. Acuciado por la curiosidad, acercó un oído a la pared. Tras un primer momento de estupor, intentó febrilmente adivinar lo sucedido. Imaginó una despedida, el fin inevitable de una relación agotada tras serios desencuentros, la escisión en dos caminos diferentes. A ella la supuso delicada, llorando mansamente tendida en un diván. A él, de gesto adusto, con una mano sosteniendo una maleta desprolija y con la otra arrojando sin clemencia unas llaves sobre el piso. De pronto, otra vez oyó el lamento: “¡Me voy!”. Las palabras repetidas acallaron su primera impresión. Concibió el encuentro amoroso de dos cuerpos enlazados en un abrazo interminable. Una mujer suave y rotunda palpitando debajo de las sábanas, acompañada por un hombre que acariciaba su cuerpo con pasión. Preso de un deseo pernicioso, aproximó el oído para escuchar mejor. Nuevamente la voz grave, casi agonizante, repitió la letanía: “¡Me voy!”. Una vez más mudó de pensamiento. Se le representó esta vez un lecho de enfermo, con un padre moribundo despidiéndose de la familia atribulada acompañándolo en su último estertor. No resistió la tentación de averiguar el desenlace. Se abalanzó sobre el palier, y arrimándose con precaución a la pared, llegó hasta la puerta entreabierta de la habitación adjunta. Más cautelosamente aún, se asomó al interior. Entonces pudo ver…

Escriba su propio final y hágamelo llegar para su publicación.

Este relato pertenece a la serie “Cuentos incontables”.

Final propuesto por E.A., un amigo de Buenos Aires:

Entonces pudo ver un cartel pegado sobre la heladera que decía: «Me voy porque esto no funciona», y un hombre controlando si la heladera en realidad enfriaba o no.

Final propuesto por M.M., un amigo de Brasil (la traducción corre de mi cuenta, así que pido perdón por los errores):

Entonces pudo ver un joven diciendo: «Me voy para otro país, de preferencia en Europa, donde se pueda caminar por las tranquilas calles sin mirar hacia atrás para ver si un asaltante me persigue, y tomar un transporte público lleno, pero donde se respeta a todo el mundo y, finalmente, la ley es respetada y temida por todos. No tengo intención de volver. No me esperen para el almuerzo…

Final propuesto por M. F., una amiga del Taller literario

Entonces pudo ver que al fin, después de tanto desearlo, lograba anunciar con júbilo que podría realizar el viaje añorado.

Frenesí

AmamantandoMiró esos pechos excitantes que se le ofrecían generosos, dos montículos perfectos coronados por sendos botones turgentes que parecían a punto de estallar y una piel suave que despertaba el deseo hormigueando sobre su propia piel. Abrió los labios en un rictus ansioso y arrojándose sobre la cálida montaña femenina, comenzó a amamantar.

Este relato forma parte de la serie “Relatos re latos”.