Se detuvo al pie de la escalera de peldaños de raulí y barandal de incienso y miró hacia arriba. No adivinaba el final, de tan alta y retorcida que la veía. Suspiró. Puso un pie en el primer escalón, justo al lado de una pequeña y extraña mancha negra que semejaba una pantera agazapada, y se impulsó a subir. El quejido de la madera herida acompañó su esfuerzo. Lentamente, como robándole tiempo a las sombras, comenzó el ascenso. Cada paso despertaba sonidos diversos que le traían recuerdos archivados en algún lugar de su mente esclerosada. Una pisada, un ruido, un recuerdo. Otro paso, una música distinta, una nueva resurrección. Al llegar al primer recodo tomó un necesario descanso y volvió a mirar. Primero hacia abajo, calculando sus pisadas. ¿Habían sido cincuenta, sesenta o tal vez más? Luego volvió la vista arriba y advirtió que aún faltaba un trecho al menos tan largo como el ya recorrido para llegar a su destino. Juntó en un solo impulso sus menguadas fuerzas y continuó con la fatigosa travesía. Nuevamente los pasos, los sonidos, los recuerdos. La escalera se envolvía sobre sí como queriendo abrazarse en una caricia interminable. La baranda parecía una vía férrea sobre la que en cualquier momento asomaría un tren. Los peldaños seguían sonando con su música de piano abandonado. Un nuevo descanso en la interminable sucesión de escalones refrescó su propio descanso. Jadeando desacompasadamente, reclinó la espalda sobre la fría pared y tomó un respiro. La escasa y mortecina luz que oscurecía el hueco acompañó su vista y pareció brindarle la esperanza de estar a pocos pasos de la meta. Una vez más obvió sus calambres y dificultosamente retomó la ascensión. Cuando parecía estar a punto de desfallecer, imprevistamente llegó al final. Allí lo esperaba el inicio de una nueva escalera de formas confusas y destino incierto. Decidido a no abandonar, y en un esfuerzo póstumo, puso un pie en el primer peldaño. Un ruido conocido lo sobresaltó. Miró hacia el escalón. Junto a su pie veía claramente una pequeña y extraña mancha negra que semejaba una pantera agazapada.
Este relato forma parte de la serie «Relatos extravagantes (algunos incluso raros)».