Noche de brujas

Noche de brujasEs noche de brujas. La luna, ausente, preside un cielo sin estrellas. Las sombras estiran sus formas ocupando hasta el último rincón. Unas figuras lóbregas parecen deslizarse junto a las paredes, mientras un gato deja oír su maullido lastimero y el olor a azufre hiere el olfato. De pronto, alzándose del suelo, un ente tenebroso compacta el aire a su alrededor y se muestra radiante de densa oscuridad. El hedor se torna insoportable. El ente se desliza raudo hasta una figura con forma de mujer y se funde con ella en un abrazo agónico. Un murmullo jadeante crece lentamente hasta mutar en un grito visceral. Luego, el silencio. Por la mañana, todo parece ser igual a cualquier día, excepto por la novedad de un demonio diminuto creciendo en un vientre de mujer.

Este relato forma parte del libro “Ciento un relatos que siento uno” publicado en Diciembre de 2010.

36. El perro

Perro y pelucheEl perro lanzó al aire su olfato, intentando aprehender el aroma que se desprendía del cuerpo que apenas se mostraba en el montículo de tierra. Gimió, ladró y comenzó a mover el rabo, no de alegría sino por el contrario denotando nerviosismo. Había reconocido el olor, igual al de siempre pero esta vez distinto. Escarbó con sus patas en la tierra y dejó al descubierto unos brazos, unos pies, una cabeza. Finalmente, todo el cuerpo quedó al descubierto. Entonces, el perro tomó entre los dientes el oso de peluche y volvió corriendo a su guarida.

Este relato forma parte del libro “Ciento un relatos que siento uno” publicado en Diciembre de 2010.

Mi perro “Salí de aquí”

Ovejero alemán 1Nuestro perro ovejero alemán es muy especial. Tiene una hermosa estampa y cuando ladra o muestra los dientes a los desconocidos, infunde respeto. Pero posee algunas características que lo vuelven vulnerable. Es algo bizco y su olfato no es muy agudo. Pero lo peor es que no comprende bien las órdenes. De hecho, nosotros pensamos que él cree llamarse “Salí de aquí”, porque cuando le decimos así, salta de contento y mueve la cola. Pero ya encontramos el modo para que nos haga caso: le damos las órdenes después de que hace las cosas. Así logramos que siempre nos obedezca.

Este relato forma parte de la serie “Cuentos de cien palabras”.