¿Por qué cerraba los ojos cada vez que quería pensar? Era quizás un acto reflejo, un condicionamiento instintivo que le hacía creer entre susurros que las respuestas estaban bajo los párpados y sólo podían ser leídas en la intimidad de un silencio oscuro y personal. Sin embargo, en muchas ocasiones no leía las palabras que buscaba, no oía las voces que con tanta ansiedad quería escuchar, no percibía los designios ocultos en las celdas de su mente. Las respuestas esquivas jugaban con sus ansias, y aunque apretara con fuerza las sutiles persianas de los ojos, no lograba abstraerse de todo aquello que lo alejaba de su propósito esencial de conocer sin sentir, aunque en realidad sintiera sin conocer. Por eso, porque ya nada lograba conmover su anhelo, decidió que había llegado el tiempo de renunciar al asombro y repentinamente, sin aviso previo, sin un anuncio que lo hiciera suponer, sus cabellos se tiñeron de silencio.
Este relato forma parte del libro “Ciento un relatos que siento uno” publicado en Diciembre de 2010.
Hoy, 24 de marzo, se conmemora en la Argentina el Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia, fecha en que se recuerda a las víctimas de la dictadura militar que asoló al país en los años 70. Estuve buscando entre mis escritos alguno que pudiera publicar en este día manteniendo el respeto por la fecha, y encontré el que les ofrezco hoy. No tiene relación directa con la fecha, pero igualmente espero que les guste.